Concluyendo...
La ética no es una ciencia exacta. Trata sobre el comportamiento moral, la acción libremente decidida por un ser humano y su calificación en términos de su bondad o maldad, si es adecuada o no. Y para determinar esto debemos atender a múltiples factores.
La intención con que se realiza la acción pero también sus consecuencias. Y estas no siempre son compatibles: las mejores intenciones generan consecuencias nefastas (el amigo le quiere dar una lección al negarle su ayuda para que Alicia no vuelva a equivocarse, pero ello supone su muerte, que en absoluto pretendía), y al revés, las peores intenciones pueden suponer consecuencias más que buenas (Alicia tiene un amante para vengarse de su marido y, a consecuencia de ello, su muerte será más leve para el marido engañado). En la historia de la filosofía encontramos intentos de fundamentar la conducta moral poniendo el acento en unas u otras:
Las éticas intencionales o deontológicas como la kantiana pretenden que la corrección de la conducta debe determinarse por la intención (cumplimiento del deber) mientras que las consecuenciales como la utilitarista consideran que son las consecuencias (el mayor bien para el mayor número de personas) un criterio de adecuación más acertado.
Por otra parte a la hora de actuar debemos tener en cuenta los sentimientos o emociones, ponernos en el lugar del otro, o debemos regirnos por un código normativo rígido. La ética racionalista, para Gilligan muy masculina, ha sido la predominante en la filosofía occidental, aunque Hume, por ejemplo, nos propone una alternativa emotivista, ¿más femenina?